___________________________________________________________________________________________________ Schedule for October 19/20
Sat. 5:30pm-Ray Sanders
Sun. 7:30am- Ricardo Frias
10:30am- Ann Moreland
The Lector at Mass General Principles Reading and Explanation of the Word of God When the Holy Scriptures are read in the Church, God himself speaks to his people, and Christ, present in his word, proclaims the Gospel. Therefore, the readings from the Word of God must be listened to by all with reverence, since they are an extremely important element in the liturgy. Although in the readings of Sacred Scripture the Word of God is addressed to all men of any age and is understandable to them, a fuller understanding and a greater effectiveness of the Word is nevertheless favored through a lively commentary on the Word, it is that is, through the Homily, as part of the liturgical action. (General Instruction of the Roman Missal [IGMR], n. 29) Vocal Expression of the Different Texts. In the texts that are to be pronounced in a loud and clear voice, whether by the priest or the deacon, or by a reader, or by all, the voice must correspond to the genre of the text itself, that is, depending on whether it is a reading. , a prayer, an explanatory comment, an acclamation or a sung text; it must also be adapted to the form of celebration and the solemnity of the meeting. The characteristics of different languages and of the cultures of different peoples should also be taken into account. (GIMR, no. 38) Silence. The Liturgy of the Word should be celebrated in a way that favors meditation, so it is clear that any rush that makes recollection difficult should be avoided. During the course of it, brief periods of silence are also appropriate, accommodated to the assembled congregation; Through them, under the action of the Holy Spirit, the Word of God can be grasped by the heart and a response prepared through prayer. It may be appropriate to observe such periods of silence, for example, before the Liturgy of the Word begins, after the First and Second Readings, and finally at the conclusion of the Homily. (IGMR, no. 56) Biblical readings. In the readings, the table of the Word of God is spread out before the faithful and the treasures of the Bible are opened to them. Therefore, it is preferable that the arrangement of the Biblical readings be maintained, because in them the unity of both Testaments and of the history of salvation is revealed. Nor is it lawful to substitute the readings and the responsorial Psalm, which contain the Word of God, by other non-biblical texts. In the celebration of Mass with the people, the readings are always read from the ambo. The function of proclaiming the readings is not traditionally presidential but ministerial. Therefore, the readings must be read by a lector, but the Gospel by the deacon or, in his absence, by another priest. However, if no deacon or other priest is present, the celebrant priest is to read the Gospel personally and, furthermore, if no other suitable lector is present, the celebrant priest is to proclaim the other readings as well. After each reading, the one who reads it pronounces the acclamation, and through the response the assembled people honor the Word of God that they have received with faith and gratitude. (IGMR, nn. 57-59) The lector is instituted to proclaim the readings of the Holy Scripture, with the exception of the Gospel. He will also be able to announce the intentions of the Universal Prayer and, in the absence of a psalmist, recite the Psalm between readings. In the celebration of the Eucharist, the lector has his own function (cf. nn. 194-198), which he himself must carry out. (IGMR, n. 99) In the absence of an instituted lector, other lay people can be delegated to proclaim the readings of Sacred Scripture, people truly qualified to carry out this function and carefully prepared, so that when listening to the readings of the sacred texts the faithful may conceive in their hearts a sweet and lively affection for Sacred Scripture. (GIRM, no. 101) The Liturgy of the Word After the Collect, all sit down. The Priest can, very briefly, introduce the faithful to the Liturgy of the Word. Then the lector goes to the ambo and, starting from the Lectionary already placed there before Mass, he proclaims the First Reading, which is listened to by all. At the end, the reader pronounces the acclamation The word of the Lord, and all respond: Thank God. Then, if appropriate, a few moments of silence can be kept so that everyone can meditate on what they have heard. Then the psalmist or reader proclaims the verses of the psalm and the people respond as usual. If there is to be a Second Reading before the Gospel, the lector proclaims it from the ambo. Everyone listens and at the end responds to the acclamation, as has already been said (n. 128). Then, if appropriate, a few moments of silence may be observed. (IGMR, nos. 128-130) Functions of the reader The introductory rites. In the procession to the altar, in the absence of a deacon, the lector, dressed in approved attire [see IGRM, no. 339], can carry the Lib
El Lector en la Misa Principios generales Lectura y explicación de la Palabra de Dios Cuando se leen las Sagradas Escrituras en la Iglesia, Dios mismo habla a su pueblo, y Cristo, presente en su palabra, proclama el Evangelio. Por tanto, las lecturas de la Palabra de Dios deben ser escuchadas por todos con reverencia, ya que son un elemento sumamente importante en la liturgia. Si bien en las lecturas de la Sagrada Escritura la Palabra de Dios se dirige a todos los hombres de cualquier época y les resulta comprensible, sin embargo se favorece una comprensión más plena y una mayor eficacia de la Palabra a través de un comentario vivo de la Palabra, es decir, , a través de la Homilía, como parte de la acción litúrgica. (Instrucción general del Misal Romano [IGMR], n. 29) Expresión vocal de los diferentes textos. En los textos que han de ser pronunciados en voz alta y clara, ya sea por el sacerdote o el diácono, o por un lector, o por todos, la voz debe corresponder al género del propio texto, es decir, según si es una lectura. , una oración, un comentario explicativo, una aclamación o un texto cantado; también deberá adaptarse a la forma de celebración y a la solemnidad de la reunión. También deberían tenerse en cuenta las características de las diferentes lenguas y de las culturas de los diferentes pueblos. (GIMR, núm. 38) Silencio. La Liturgia de la Palabra debe celebrarse de manera que favorezca la meditación, por lo que está claro que se debe evitar cualquier prisa que dificulte el recogimiento. Durante el transcurso del mismo son también apropiados breves periodos de silencio, acomodados a la congregación reunida; A través de ellos, bajo la acción del Espíritu Santo, la Palabra de Dios puede ser captada por el corazón y preparada una respuesta a través de la oración. Puede ser apropiado observar tales períodos de silencio, por ejemplo, antes de que comience la Liturgia de la Palabra, después de la Primera y Segunda Lectura y finalmente al concluir la Homilía. (IGMR, núm. 56) Lecturas bíblicas. En las lecturas, la mesa de la Palabra de Dios se extiende ante los fieles y se les abren los tesoros de la Biblia. Por tanto, es preferible que se mantenga la ordenación de las lecturas bíblicas, porque en ellas se revela la unidad de ambos Testamentos y de la historia de la salvación. Tampoco es lícito sustituir las lecturas y el Salmo responsorial, que contienen la Palabra de Dios, por otros textos no bíblicos. En la celebración de la Misa con el pueblo las lecturas se leen siempre desde el ambón. La función de proclamar las lecturas no es tradicionalmente presidencial sino ministerial. Por tanto, las lecturas deben ser leídas por un lector, pero el Evangelio por el diácono o, en su ausencia, por otro sacerdote. Sin embargo, si no está presente ningún diácono u otro sacerdote, el sacerdote celebrante debe leer el Evangelio personalmente y, además, si no está presente ningún otro lector adecuado, el sacerdote celebrante debe proclamar también las otras lecturas. Después de cada lectura, quien la lee pronuncia la aclamación, y a través de la respuesta el pueblo reunido honra la Palabra de Dios que ha recibido con fe y gratitud. (IGMR, nn. 57-59) El lector es instituido para proclamar las lecturas de la Sagrada Escritura, a excepción del Evangelio. También podrá anunciar las intenciones de la Oración Universal y, en ausencia de un salmista, recitar el Salmo entre lecturas. En la celebración de la Eucaristía, el lector tiene su propia función (cf. nn. 194-198), que él mismo debe desempeñar. (IGMR, n. 99) A falta de un lector instituido, pueden ser delegadas para proclamar las lecturas de la Sagrada Escritura otros laicos, personas verdaderamente capacitadas para desempeñar esta función y cuidadosamente preparadas, de modo que al escuchar las lecturas del textos sagrados los fieles puedan concebir en su corazón un dulce y vivo afecto por la Sagrada Escritura. (IGMR, no. 101) La Liturgia de la Palabra Después de la Colecta, todos se sientan. El Sacerdote puede, muy brevemente, introducir a los fieles en la Liturgia de la Palabra. Luego el lector se dirige al ambón y, a partir del Leccionario ya colocado allí antes de la Misa, proclama la Primera Lectura, que es escuchada por todos. Al final, el lector pronuncia la aclamación La palabra del Señor, y todos responden: Gracias a Dios. Luego, si procede, se pueden guardar unos momentos de silencio para que todos puedan meditar sobre lo escuchado. Luego el salmista o lector proclama los versículos del salmo y el pueblo responde como de costumbre. Si va a haber una Segunda Lectura antes del Evangelio, el lector la proclama desde el ambón. Todos escuchan y al final responden a la aclamación, como ya se ha dicho (n. 128). Luego, si procede, se podrán guardar unos momentos de silencio. (IGMR, núms. 128-130) Funciones del lector Los ritos introductorios. En la procesión hacia el altar, en ausencia de un diácono, el lector, vestido con vestimenta aprobada [ver IGRM, no. 339], puede llevar la Lib
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